Las lesiones y la falta de estabilidad en el once son condiciones limitantes

Pase lo que pase en Mendizorroza… Ir a la sección de comentarios0 Añadir a mis favoritos Compartir este artículo Imagen del artículo:Pase lo que pase en Mendizorroza… Todo es muy extraño y, al mismo tiempo, parece muy conocido. Históricamente, el Real Madrid ha tenido carajas en partidos sueltos, aunque las menos veces con rivales directos; malos resultados en bajones invernales y crisis galopantes de juego y de vestuario. Pero creo que lo que estamos viendo es bastante nuevo, o suena nuevo para mí. OneFootball Videos Pause Unmute Seek to live, currently behind liveLIVE Remaining Time -0:36 Picture-in-Picture Fullscreen Las carajas no hay que explicarlas. Los bajones invernales son frecuentes cuando entramos en el bombo de la Copa del Rey y con los deberes hechos en la Champions, normalmente. No es el caso de este año ni del pasado, por el estrafalario diseño de la UCL, donde no te aseguras el pase hasta enero. La UEFA, en un intento fallido de emular lo que podría ser una Superliga, pero con la presencia del Orcasitas, el Villaverde y ciento setenta y ocho equipos más, nos deja en cliffhanger hasta después de Navidad. Y está la Supercopa de por medio. Ya no sabes qué competición estás viendo. Las crisis de vestuario son bien conocidas desde la dimisión de Florentino en 2006, devorado por su criatura y por su afán de diseñar un equipo invencible. Después de los Zidanes y Pavones, sólo quedaron Zidanes y un desbarajuste en el campo y en el vestuario que todos recordamos. Imagen del artículo:Pase lo que pase en Mendizorroza… El origen de lo que vemos ahora es un rediseño de la misma estrategia, actualizada: compra de jóvenes talentos a precios terrenales (algunos serán Zidanes, otros no) para verlos explotar mientras se invierte lo que sea en un solo jugador franquicia. De bien que ha salido, ha salido mal. Tenemos dos jugadores franquicia y otro par de aspirantes y eso parece que está trastocando las cabezas. Florentino tiene sus ideas. En 2000, él mismo lo ha explicado, apostó por una inversión astronómica para generar nuevo negocio y darle solvencia financiera a un club en ruinas. La parte empresarial no pudo salir mejor. La deportiva terminó en catástrofe. El presidente dimitió tras admitir su responsabilidad. No les pido que me lo mejoren, iguálenmelo. Dimitir es el verbo menos conjugado en España, país abandonado por la decencia y sumergido en la corrupción con un yunque atado al tobillo, en el deporte y fuera de él. Después de una década increíble de fútbol y de resultados, fruto de la confección de una plantilla legendaria, volvemos al punto de partida. Hay que volver a construir un equipo ganador. El epílogo del periodo anterior nos dejó muy buenas sensaciones: un equipo joven, renovado, un Vinícius estelar y la posibilidad de la llegada de Mbappé, que se concretó en el verano de 2024. Después de una década increíble de fútbol y de resultados, fruto de la confección de una plantilla legendaria, volvemos al punto de partida. Hay que volver a construir un equipo ganador El problema del juego se viene arrastrando desde Ancelotti y continúa con Alonso. Dos entrenadores de corte muy distinto, un relevo generacional que necesariamente debería haber traído consigo un cambio notable en el juego que no estamos viendo. La plantilla que debería habernos llevado a la excelencia continental de nuevo ni siquiera nos está alcanzando para hacer un papel digno peleando LaLiga, corrupción institucionalizada aparte. Hasta el Madrid mediocre y ramplón del año pasado nos habría bastado para ganarla sin los tres atracos consecutivos del infausto mes de febrero de 2025. Pero el juego fue malo, y así continúa. El equipo carece de propósito en el campo, se muestra indolente, pasivo, funcionarial. Mi opinión no vale más que la de cualquiera, no me malinterpreten, pero descarto un problema con la calidad individual de los jugadores. Sé que muchos la ponen en duda, comparando a Valverde con Kroos o a Güler con Modric, por ejemplo. Esas comparaciones no son justas. Hemos visto a Valverde haciendo partidos estratosféricos. El Bellingham del primer año nos convenció de que iba a ser un fichaje barato. Qué decir de los Vini o Rodrygo 2024... Imagen del artículo:Pase lo que pase en Mendizorroza… No tenemos un problema de calidad. No tenemos un problema de entrenador. Alonso fue un jugador inteligente y nos consta que comprende el juego. Lo que hizo con el Leverkusen lo acredita, con un puñado de buenos jugadores que serían suplentes en el Real Madrid y otros cuantos de relleno que no serían titulares en el Villarreal o en el Rayo. Alonso no es el problema. Las lesiones y la falta de estabilidad en el once son condiciones limitantes. No ha habido continuidad en la defensa ni en el centro del campo. Ahí es donde se generan los principales automatismos para dominar los partidos. La delantera, sin embargo, tiene que ser caótica, como el comportamiento de un avión de combate. Si eres previsible, las defensas rivales, en el césped o en el aire, te estarán esperando, como contra el Celta o el Rayo. Una dosis de caos, de aleatoriedad, te aproxima al éxito: un uno a uno contra el portero, un remate dentro del área en el fútbol o la maniobra evasiva e inesperada que te salva del impacto de un Sidewinder o de un Patriot en el aire. Nuestra delantera es muy previsible. Falta chispa y falta cabeza. La situación personal de los jugadores es lo que más me recuerda a la era de los Galácticos. Cada uno parece ir a lo suyo. Hemos leído a Benzema decirlo: los jugadores no se hablan. No hace falta ser Gonzalo Miró, que nos habla hasta durmiendo, pero es cierto que Vini cree que está haciendo su trabajo cuando pierde el 80% de los balones al intentar penetrar en el área. Mbappé probablemente cree que está cumpliendo metiendo un gol por partido. Pero no es eso. Esto es un deporte colectivo y va de ganar.

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